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El Canal du Midi, PassaPaïs y La Véloccitanie en bicicleta.

 

 

 

Un viaje lento entre canales históricos, viñedos y pueblos con alma.

Hay viajes que no se miden en kilómetros, sino en la intensidad de lo vivido. Pedalear por el sur de Francia —entre el Canal du Midi, la PassaPaïs y La Véloccitanie— es dejarse llevar por la calma de los canales históricos, el aroma de los viñedos y la belleza de los pueblos que parecen suspendidos en el tiempo. Es un viaje donde la historia fluye junto al agua, donde la bicicleta se convierte en una extensión del paisaje y donde cada etapa invita a redescubrir el arte de viajar despacio.

Esta ruta nació del deseo de recorrer una Francia más auténtica, aquella que conserva el pulso tranquilo de la vida rural y el legado de siglos de historia fluvial. Equipados con nuestras bicicletas y el material justo, nos propusimos seguir los cauces que unieron el Mediterráneo con el Atlántico, trazando un viaje circular entre canales, colinas y aldeas que respiran historia. Así comenzó una travesía de tres etapas que nos llevó desde Colombiers hasta Trèbes, a través de los caminos silenciosos del Canal du Midi, los bosques del Haut-Languedoc y la vía verde Passa-Païs que cuentan la memoria de este territorio.

El Canal du Midi, PassaPaïs y La Véloccitanie en bicicleta.
Inicio de etapa desde Colombiers, rumbo al Canal du Midi y sus tranquilos caminos junto al agua. 🚲

Datos de interés.

Con inicio y final en Colombiers, esta ruta circular  transcurre por carreteras muy poco transitadas, segregadas y alguna que otra pista siguiendo el cauce del Canal del Midi y por el que encontrarás lugares tranquilos, pequeños pueblos y fantásticas ciudades donde pernoctar. Disfrutar de la gastronomía del país vecino así como de la amabilidad de sus gentes es un valor añadido a esta ruta.
Consta de 208 kilómetros de longitud y es un recorrido muy fácil por el tipo de terreno y la casi inexistencia de desnivel, salvo la segunda etapa.
Dispone de todos los servicios ya que pasa por numerosas localidades.
Para llegar hasta Colombiers, punto de partida, nosotros lo hicimos en furgoneta desde Girona, dejándola varios días en el jardín de una casa de huéspedes, exactamente en Au Lavoir en la que pasamos la noche previa.

El Canal du Midi, PassaPaïs y La Véloccitanie en bicicleta.
Un alto en el camino para brindar con historia: la Cave du Château de Colombiers. 🌿🍇

Las etapas.

Etapa 1: Colombièrs a Trèbes.

El amanecer en Colombièrs nos recibió con una luz dorada que filtraba entre los plátanos centenarios del canal. El ritmo tranquilo nos permitió sumergirnos en el silencio matinal, solo interrumpido por el leve crujido de las compuertas y las primeras barcazas despertando para iniciar su jornada. Viajar en bikepacking con lo esencial nos hacía más conscientes de cada sonido y cada aroma: el agua en calma, la tierra húmeda, el pan recién horneado en el pueblo.

El Canal du Midi, obra maestra de ingeniería hidráulica diseñada por Pierre-Paul Riquet en el siglo XVII y hoy Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se desplegaba a nuestro alrededor con su geometría perfecta y sus caminos de sirga antiguos. Recorrerlo en bicicleta es como seguir las huellas de comerciantes, campesinos y barqueros de otra época, un viaje donde cada esclusa y cada puente tiene su propia historia.

El Canal du Midi, PassaPaïs y La Véloccitanie en bicicleta.
Pedaleando por una joya de la ingeniería francesa: el Canal du Midi, construido en el siglo XVII. ¡Historia en cada kilómetro!

El tramo inicial hacia Poilhes nos recibió con caminos de sirga que parecían suspendidos en el tiempo. Poilhes es un pequeño enclave vinícola, donde los aromas de la uva madura y el fresco del canal se entremezclan. Desde allí avanzamos hasta Capestang, cuyo imponente colegiata gótica domina el pueblo. El pequeño mercado matinal fue la oportunidad perfecta para abastecernos con algunas frutas recién cosechadas.

Continuamos hacia Argeliers y poco después alcanzamos Le Somail, uno de los tramos más cinematográficos de la jornada: un puente de piedra, una librería que parece salida de otra época, y barcazas antiguas que mantienen la estética original del canal. Cada rincón de Le Somail respira historia y tranquilidad.

Breve descanso en Le Somail, a orillas del canal.

Ventenac-en-Minervois nos sorprendió con su bodega cooperativa instalada en un antiguo château junto al canal. Aquí pudimos apreciar vinos de denominación AOC Minervois, rodeados de la arquitectura que recuerda siglos de tradición vitivinícola. La parada fue tan visual como sensorial, con el sabor y aroma de un vino que cuenta la historia del terroir.

El Canal du Midi, PassaPaïs y La Véloccitanie en bicicleta.
El encanto atemporal de la librería antigua de Le Somail. Un respiro cultural en medio de la ruta.

La ruta continuó suave hasta Paraza, otro pueblo vinícola que nos ofreció vistas privilegiadas sobre los viñedos. Al cruzar Roubia y entrar en Argens-Minervois, el castillo medieval que se alza sobre el paisaje nos recordó que cada piedra tiene memoria. La transición hacia un entorno más rural y silencioso se hizo evidente, y la calma del canal se volvió aún más profunda.
Bordeando el canal, llegamos a Homps, activo centro náutico con terrazas frente al agua donde locales y viajeros se mezclan. La luz comenzaba a bajar suavemente mientras nos dirigíamos hacia La Redorte, entre campos de vid y esclusas que parecen detenidas en el tiempo, y atravesamos Marseillette, donde los arrozales aportan un paisaje inusual junto a los humedales.

Finalmente, la jornada concluyó en Trèbes, punto estratégico del canal con esclusas triples y un ambiente náutico vibrante. Aquí descansamos en una encantadora Chambre d’Hôtes que nos ofreció tranquilidad y la posibilidad de reponer energías para continuar nuestro viaje. La primera etapa resultó perfecta para quienes buscan un recorrido pausado, cultural y profundamente ligado al patrimonio fluvial del sur de Francia.

 

Etapa 2: Trèbes a Labastide-Rouairoux.

Dejamos atrás Trèbes con el recuerdo de la calma del canal y un cielo despejado que anticipaba un día sereno. El desayuno preparado por Pierrette, con crêpes tibias, yogur cremoso y mermeladas artesanales, nos ofreció la energía perfecta para emprender la segunda etapa. La ruta se adentró pronto en los viñedos del Minervois, donde la luz del sol iluminaba los mosaicos de viñas y las colinas suaves.

El Canal du Midi, PassaPaïs y La Véloccitanie en bicicleta.
Dejando Trèbes atrás. Primeros kilómetros entre viñedos y campos abiertos. 🚴‍♀️

Peyriac-Minervois apareció con sus casas de piedra clara y senderos silenciosos, y el río Argent-Double marcaba un ritmo pausado que nos obligaba a disfrutar cada momento. En Félines-Minervois, las terrazas de viñas y las capiteles de piedra seca contaban historias de siglos de trabajo agrícola, mientras el viento movía suavemente las hojas que comenzaban a dorarse en otoño.

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Conquistando la colina para encontrar esta joya: un molino de viento de piedra bajo un cielo épico. Momentos que valen cada pedalada.

Castagnoles representó un cambio en el paisaje: las laderas más pedregosas y elevadas anunciaban la Montagne Noire. Verreries-de-Moussans, un pueblo que conserva la memoria del antiguo arte del vidrio, se desplegaba escondido entre colinas y bosques densos, con un silencio profundo que nos hacía sentir parte del lugar.

Rumbo a Labastide-Rouairoux. Bosques, sol de otoño y la carretera que invita a seguir. Montagne Noire en su esplendor.

La subida al Col de Sérières nos regaló vistas poéticas: a un lado el Minervois bañado en luz, al otro los bosques frescos de la Montagne Noire. Cada pedalada parecía acercarnos a un horizonte diferente, donde la geografía y la historia se entrelazaban. La llegada a Labastide-Rouairoux, un valle recogido lleno de memoria industrial textil, fue un momento de pausa y contemplación.

La Bastide du Thoré nos recibió con su ritmo propio y hospitalidad genuina: Sébastien, cocinando y conversando, creaba un ambiente de encuentro entre viajeros de distintos lugares. La cena se convirtió en un instante suspendido, donde la conexión con la gastronomía local, los relatos del pueblo y la calidez humana se combinaban perfectamente.

Al despertar, el murmullo del río y la luz suave de la mañana nos recordaron que el viaje no era solo avanzar sobre kilómetros, sino una transformación en la manera de percibir los lugares. La Vía Verde PassaPaïs nos esperaba, lista para continuar el recorrido a través de bosques, ríos y colinas del Haut-Languedoc.

Etapa 3: Labastide-Rouairoux a Colombièrs.

La última etapa nos llevó por la Vía Verde PassaPaïs, un sendero que combina historia ferroviaria y paisajes naturales del Haut-Languedoc. Salimos de Labastide-Rouairoux atravesando pequeños pueblos como Courniou y Riols, donde los caminos se mezclan con arboledas y campos abiertos, y cada curva revela un nuevo panorama de montañas suaves y ríos cristalinos.

Compañeros de ruta inesperados. Un saludo en el camino mientras recorremos la Vía Verde PassaPaïs

En Premian, los cultivos locales y el río acompañan nuestra ruta, mientras Saint-Étienne-d’Albagnan nos ofrece sus casas de piedra y plazas que parecen detenidas en el tiempo. Olargues, con su trazado medieval y calles estrechas, invitó a una parada para disfrutar de un café en la terraza del pueblo, observando la vida local con calma.

Pedalear con estas vistas lo hace todo más fácil. Subiendo por las colinas cerca de Olargues, con la imponente naturaleza del Haut-Languedoc de fondo.

Los siguientes pueblos —Vilaris, Mons, Tarassac, Vieussan— muestran la transición de los viñedos y la topografía que se aplana, preparando el terreno para avanzar con un ritmo más relajado. Roquebrun, a orillas del río Orb, nos sorprendió con su jardín botánico y vistas al valle, un lugar perfecto para fotografías y un descanso.

Olargues. Un pueblo de postal que nos recibe con su belleza histórica. Recargando energías para seguir pedaleando. 🚴‍♀️

Cessenon-sur-Orb y Cazouls-les-Béziers presentaron calles y plazas agradables, ideales para detenernos y disfrutar del ambiente local. La llanura vitivinícola nos recibió nuevamente cerca de Maureilhan y Montady, donde los viñedos se extienden hasta el horizonte y el Canal du Midi reaparece, marcando el final de nuestro recorrido circular.

Finalmente, llegamos a Colombièrs. Con la satisfacción de haber recorrido 3 etapas entre canales, viñedos y montañas, sentimos que el viaje había transformado nuestra manera de viajar: cada pedalada, cada pueblo y cada bodega contaba una historia del sur de Francia que quedará con nosotros para siempre.

Alojamientos:

Au Lavoir: Un descanso con alma en Colombièrs.

Pedaleábamos a la orilla del Canal du Midi, con el sol del sur francés acompañando nuestros últimos kilómetros. Tras un día de ruta entre viñedos, puentes antiguos y caminos llenos de historia, llegamos a Colombièrs con el cuerpo cansado pero el espíritu inquieto por descubrir. Allí, casi escondido entre árboles y reflejos de agua, nos esperaba Au Lavoir.

Desde fuera, este alojamiento parece simplemente encantador: una antigua lavandería restaurada con gusto, justo a orillas del canal. Pero lo mejor está dentro. Al cruzar la puerta, nos recibió una calma reconfortante, y un equipo humano que nos trató como si fuésemos huéspedes esperados de toda la vida. La amabilidad del personal no fue solo profesionalidad: fue calidez, recomendaciones sinceras, sonrisas sin prisa.

Y entonces, la sorpresa: la habitación. Decir que era amplia es quedarse corto. Era una suite enorme, con techos altos, una cama king size que parecía un pequeño océano, y un salón con sofá donde podías estirar las piernas como si estuvieras en casa. El baño, digno de un hotel de lujo: bañera de hidromasaje, ducha italiana, doble lavabo… Todo pensado para que el descanso fuera total.

Un momento de paz con un buen libro. En Au Lavoir Hotel de Colombiers, las habitaciones invitan al descanso profundo y a perderse entre sus páginas. 📖✨

Como si eso fuera poco, la experiencia gastronómica fue otro viaje. El restaurante del propio Au Lavoir está dirigido por un chef que no escatima en talento ni sabor. Esa noche cenamos junto al canal, bajo luces tenues, con platos que combinaban tradición del sur de Francia con un toque contemporáneo. Productos frescos, presentación cuidada, y ese gusto que hace que cada bocado te obligue a cerrar los ojos por un segundo.

Y para los que viajamos sobre dos ruedas, hay un detalle que marca la diferencia: disponen de espacio seguro para guardar bicicletas y enchufes para cargar bicis eléctricas. Una muestra más de que piensan en cada tipo de viajero.

Al día siguiente, el desayuno nos esperaba en la terraza: pan fresco, mermeladas caseras, café aromático, y un nuevo día por delante. Pero, sinceramente, no queríamos irnos. Au Lavoir no fue solo un lugar donde dormir: fue una pausa perfecta. Un remanso de tranquilidad, comodidad y buen gusto, ideal para cicloturistas que, como nosotros, buscan mucho más que un sitio donde pasar la noche. Aquí encontramos descanso, belleza y hospitalidad verdadera.

Riverside Home Cottage: Una pausa con corazón en Trèbes

La jornada había sido intensa. Pedaleamos desde Colombièrs siguiendo el curso sereno del Canal du Midi, con el viento suave a favor y la mirada perdida entre viñas y reflejos de agua. Al llegar a Trèbes, un encantador pueblo donde el canal se cruza con el río Aude, el cuerpo pedía descanso… y el alma, algo más. Lo encontramos todo en Riverside Home Cottage.

Nos recibió Pierrette, la dueña de la casa, con una sonrisa cálida y una hospitalidad que se siente de verdad. De esas personas que no necesitan hacer mucho para que te sientas bienvenido. Con sencillez y cariño, nos mostró cada rincón, nos recomendó qué ver, dónde cenar, y sobre todo, nos cuidó como si nos conociera de antes.

La habitación nos sorprendió al instante. Espaciosa, luminosa, decorada con gusto y con una terraza privada frente al río, era justo lo que necesitábamos después de tantos kilómetros.

Para quienes viajamos en bicicleta, Riverside Home Cottage está pensado al detalle: hay un espacio seguro donde guardar las bicis. Todo fácil, sin complicaciones. Dejas la bici tranquila y te dedicas a lo importante: parar, mirar, disfrutar.

Pero si hubo algo que realmente convirtió esta estancia en un recuerdo especial, fue el desayuno que Pierrette nos preparó por la mañana. Pan fresco, yogur, mermeladas y crepes, hecho por ella misma, todo servido con mimo y conversación pausada. Nada de buffet industrial ni prisas: aquí se desayuna como en casa, con el corazón puesto en cada plato. Y cuando llegó la hora de irnos, costó.

El desayuno hecho con cariño por Pierrette en Trèbes. Café muy caliente, crepes, mermeladas y ese ambiente de hogar que es difícil de dejar.

 

Porque Riverside Home Cottage no es solo un alojamiento, es un pequeño refugio donde todo encaja: el entorno junto al canal, la calidez de Pierrette, el descanso auténtico. Para quienes pedaleamos el mundo, encontrar lugares así es un regalo.

La Bastide du Thoré:Un alto en el camino, con alma y sabor.

La etapa desde Trèbes nos llevó por carreteras secundarias, bosques cerrados y pueblos que apenas aparecen en los mapas. Pero el recuerdo más vivo de esa jornada fue el paso por el Col de Sesières. Una subida suave pero constante, donde cada pedalada nos alejaba del ruido y nos acercaba al corazón verde del Tarn. Y al final del día, cuando las piernas pedían descanso, apareció frente a nosotros La Bastide du Thoré, envuelta en árboles y luz dorada.

Desde fuera ya intuíamos que iba a ser especial. Una casa señorial del siglo XIX, restaurada con gusto y rodeada de un enorme jardín lleno de rincones para sentarse, tumbarse, leer o simplemente no hacer nada. Nos recibió Sébastien (el primero) con una sonrisa abierta, y enseguida apareció el otro Sébastien, con esa complicidad que solo tienen quienes comparten una vida… y una casa llena de gente que llega del camino.

Al cruzar el umbral, nos envolvió una sensación de espacio y silencio. La casa respira calma. Dejamos las bicis en un espacio cubierto y seguro —con enchufes para bicis eléctricas incluidos. Y nos fuimos a la habitación; amplia, con techos altos, ventanales generosos y una paz que parecía flotar en el aire. Tras una ducha caliente, salimos al jardín a estirar las piernas. El sol se escondía detrás de los árboles, y el canto de los pájaros fue nuestra banda sonora hasta que llegó la hora de cenar. ¡Y qué cena!

Sébastien (el chef de los dos) nos preparó una velada que difícilmente olvidaremos. Reunidos con otros huéspedes en una gran mesa compartida, disfrutamos de un menú digno de un restaurante con estrella Michelin: platos caseros, sí, pero ejecutados con técnica, pasión y un paladar refinado. Ingredientes locales, cocinados como si cada uno fuera el protagonista. Risas, conversaciones y buen vino pusieron el broche a una jornada perfecta.
Por la mañana, nos esperaba un desayuno abundante y casero, como todo en esta casa: pan recién hecho, mermeladas artesanales, bizcocho, fruta fresca, café bien servido y el mismo ambiente cálido y sin pretensiones que define a la Bastide.

Desayunos y cenas caseras que curan el cuerpo cansado. ¡Puro mimo en La Bastide du Thoré! 🍽️

La Bastide du Thoré no es solo una parada en el mapa: es un lugar donde el tiempo se afloja, el cuerpo descansa de verdad y el alma se siente en casa. Pensado con mimo por y para personas que valoran la hospitalidad sincera, la buena mesa, el silencio del campo y los detalles que importan.
Si pedaleas por el Tarn, no lo dudes: desvíate, sube el Col de Sesières, y regálate una noche aquí. Como hicimos nosotros.

Ruta descargable en Wikiloc.

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