Bélgica y Países Bajos en bicicleta.

 

 

 

 

Bélgica y Países Bajos en bicicleta.

Viaje en bicicleta por Bélgica y Países Bajos. 400 km de paisajes, historia y libertad

Tras nuestro última ruta volviendo de Suiza por la Vía Rhona, teníamos muchas ganas de conocer nuevos países, y esta vez ha tocado Bélgica y Países Bajos en bicicleta. Este recorrido  comienza y termina en la ciudad belga de Amberes, un lugar perfecto por su buena conexión ferroviaria y su encanto urbano. Durante varios días recorrimos aproximadamente 400 km atravesando dos países, pedaleando por rutas bien señalizadas, ciudades históricas y paisajes naturales inolvidables.

La primera etapa nos lleva hacia el norte, cruzando la frontera con los Países Bajos hasta llegar a Breda, una ciudad acogedora con un bonito centro peatonal. Desde allí continuamos hacia Utrecht, combinando carriles bici tranquilos con tramos junto a canales y campos abiertos. Utrecht nos encantó por su ambiente joven, sus terrazas junto al agua y su red de ciclovías urbanas.

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Los paisajes en este recorrido así como las infraestructuras son formidables.

Después, seguimos rumbo a Ámsterdam, donde pasamos un par de días disfrutando del bullicio ciclista, los museos y los mercados. La siguiente etapa fue hacia Haarlem, una ciudad más pequeña pero igualmente encantadora, perfecta para descansar y pasear sin prisa.

El viaje continuó por Leiden, una joya universitaria con aire clásico, y luego Delft, conocida por su cerámica azul y su casco antiguo perfectamente conservado. Finalmente, pasamos por Schiedam, famosa por sus enormes molinos y sus tradicionales destilerías, antes de poner rumbo de nuevo hacia el sur, atravesando pueblos rurales hasta llegar otra vez a Antwerp.

Datos de interés:

Con inicio y final en la ciudad belga de Amberes, en la que llegamos en furgoneta y la aparcamos en una zona residencial muy tranquila y segura, (punto de inicio del track) este recorrido consta de cinco etapas con una distancia total de unos 400 kilómetros, en su mayoría por carriles bici, caminos compartidos y carreteras bien señalizadas y alguna pista o camino de tierra por lo que es apta para cualquier tipo de bicicleta excepto la de carretera.

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El camino se hace muy ameno por el paisaje cambiante.

La mejor época para realizar esta ruta es primavera y otoño, evitando a ser posible los meses más calurosos del año y el largo invierno centroeuropeo.

En este recorrido al pasar por innumerables ciudades y localidades, tendréis todo tipo de servicios como tiendas, restaurantes, alojamientos y supermercados, eso si, recordad los horarios de los países europeos ya que cierran bastante pronto los comercios. Los alojamientos de esta ruta son en hoteles, hostales y B&B.

Historia de los carriles bici en Países Bajos:

La historia de los carriles bici en los Países Bajos es un ejemplo notable de cómo la planificación urbana, la participación ciudadana y las decisiones políticas pueden transformar un país en uno de los lugares más amigables para los ciclistas del mundo.

 

Antecedentes. Antes de los carriles bici:

 

Hasta principios del siglo XX, la bicicleta ya era un medio de transporte popular en los Países Bajos, especialmente entre las clases trabajadoras. Las ciudades estaban adaptadas a peatones, bicicletas y transporte público. El coche era raro.

Hasta principios del siglo XX, la bicicleta ya era un medio de transporte popular en los Países Bajos, especialmente entre las clases trabajadoras. Las ciudades estaban adaptadas a peatones, bicicletas y transporte público. El coche era raro.

 

1950-1970: Auge del automóvil y declive de la bicicleta.

 

Con la prosperidad tras la Segunda Guerra Mundial, los coches se volvieron más accesibles. Se construyeron infraestructuras centradas en el automóvil. El uso de la bicicleta cayó drásticamente: de un 75% de los desplazamientos en 1950 a menos del 15% en muchas zonas urbanas en los años 70. Se demolieron barrios para hacer autopistas urbanas y aparcamientos.

 

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La seguridad vial es una constante a lo largo de esta excelente ruta.

 

1970s: Crisis y cambio.

 

Aumento de accidentes: en 1971 murieron más de 3,000 personas en accidentes de tráfico, incluidos más de 400 niños. Nació el movimiento ciudadano «Stop de Kindermoord» («Paren el asesinato de niños»), que exigía calles más seguras. Durante la crisis del petróleo (1973): el gobierno promovió días sin coche y reflexionó sobre su dependencia del petróleo extranjero.

Hasta principios del siglo XX, la bicicleta ya era un medio de transporte popular en los Países Bajos, especialmente entre las clases trabajadoras. Las ciudades estaban adaptadas a peatones, bicicletas y transporte público. El coche era raro.

 

1970s-1980s: Nace la infraestructura ciclista moderna.

 

Las ciudades reorganizaron su espacio público para dar prioridad a bicicletas y peatones creando una red de carriles bici separados de tráfico motorizado. Así mismo, se aplicaron políticas urbanas para calmar el tráfico, como zonas 30 y calles de acceso restringido para autos.

 

1990s-2020s: Consolidación y cultura ciclista

 

Los carriles bici pasaron de ser un añadido a una parte integral del diseño urbano. Las ciudades neerlandesas tienen hoy redes ciclistas seguras, continuas, y bien señalizadas y se invirtió en estacionamientos masivos para bicicletas (como el de Utrecht con más de 12.000 plazas).
Educación vial desde la escuela incluye formación ciclista obligatoria.

 

Hoy en día, más del 25% de todos los desplazamientos en Países Bajos se hacen en bicicleta (en ciudades como Ámsterdam o Groningen supera el 40%), sirviendo de modelo internacional y como ejemplo global para políticas de movilidad sostenible.

Las etapas:

Etapa 1: Amberes – Breda.

Salimos de Amberes a mediodía a través de carriles bien marcados que serpenteaban entre barrios tranquilos. A medida que avanzamos nos dirigimos al gran río Escalda, sabiendo que para cruzarlo no tomaríamos un puente, sino algo mucho más curioso: un túnel subterráneo para bicicletas. Descendemos en un ascensor apto para la bicicleta, para recorrer el largo corredor y salir al otro lado del río, y así entrar de pleno en la ciudad.

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El Castillo Steen. Una emblemática fortaleza medieval en el centro de Amberes.

Callejeamos hasta llegar a una zona residencial y nos adentramos en un paisaje cada vez más verde. Sint-Mariaburg nos recibe con casas elegantes entre árboles altos y calles silenciosas. Se respira calma, como si el tiempo corriera más despacio allí. Pronto el entorno urbano da paso a senderos rurales, donde los carriles bici nos llevan entre campos abiertos y pequeños bosques, siempre seguros, siempre bien señalizados.

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Callejeando por una exclusiva zona residencial en las afueras de Amberes.

Cerca de Essen, en la frontera con Países Bajos, el paisaje se vuelve más rural. Cruzamos vías de tren, nos topamos con alguna estación silenciosa y vemos a los primeros ciclistas neerlandeses del día, saludándonos al pasar: . La entrada a Roosendaal, ya del lado neerlandés, marca un pequeño cambio:¡Hoi! ¡Goedemorge!

Las calles están diseñadas especialmente para la bici, con prioridad clara, semáforos específicos y rampas suaves. El urbanismo holandés se hace sentir a cada golpe de pedal.

De ahí en adelante, es como flotar en una alfombra verde. Pasamos entre granjas, en donde paramos a comer un helado cerca de vacas pastando en paz, canales rectos bordeados por árboles, y caminos rodeados de flores silvestres. De vez en cuando, algún molino moderno rompe el horizonte, y en las casas, las ventanas están abiertas, con cortinas que apenas se mueven. No hacía falta apurarse: el camino invita a la contemplación.

Etapa 2: Breda – Utrecht.

El segundo día salimos de Breda temprano, dejando atrás sus tranquilas calles adoquinadas y la silueta de la Grote Kerk, para sumergirnos en una ruta ciclista que nos llevaría hasta Utrecht, atravesando el corazón verde de los Países Bajos. Pedaleamos por una vía bien señalizada, rodeada de naturaleza y campos extensos, en una jornada que nos permitió descubrir encantadores pueblos y paisajes fluviales típicos del país.

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Atravesando puentes en la ciudad de Breda.

La primera parada fue Oosterhout, una localidad de carácter apacible, con casas tradicionales y amplias zonas residenciales. Aquí, los caminos para bicicletas serpentean entre parques, canales y zonas de cultivo. Desde Oosterhout seguimos hacia Raamsdonksveer, bordeando el Biesbosch, una de las reservas naturales de agua dulce más grandes de Europa. Esta zona marca una transición hacia un paisaje más fluvial, con ríos y diques que se convierten en parte esencial del entorno.

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Segundo café de la mañana.

Continuamos hacia Hank, un pueblo pequeño y tranquilo junto al Biesbosch, que conserva una atmósfera rural. Desde allí tomamos la dirección hacia Nieuwendijk, pasando por caminos rurales que atraviesan campos abiertos, salpicados por molinos, granjas y, de vez en cuando, alguna cigüeña posada en su nido.

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Llegando a Utrecht por una red de carreteras y canales impresionantes.

El siguiente tramo nos llevó hasta Werkendam, una localidad clave en esta ruta por su conexión con el Parque Nacional De Biesbosch. Werkendam es un lugar donde el agua domina el paisaje: ríos, esclusas y canales acompañan la marcha. Aquí la infraestructura ciclista es impecable, con puentes y rutas bien mantenidas, ideales para quienes viajan en bicicleta.

Llegamos a Gorinchem —o Gorcum, como la llaman localmente—, una joya medieval amurallada que conserva su casco histórico en perfecto estado. Las calles empedradas, las casas del siglo XVII y el ambiente tranquilo invitan a una pausa. Este es uno de los puntos más pintorescos de la jornada y una oportunidad perfecta para descansar junto al río o explorar sus murallas.

Desde Gorinchem pedaleamos hacia Nieuwegein, atravesando pequeñas aldeas como Nieuwland, con su mezcla de paisaje agrícola y moderno desarrollo urbano. Aquí el camino se vuelve más urbano, pero sin perder la calidad ni la seguridad para el cicloturista. Las últimas pedaladas nos llevaron finalmente a Utrecht, una ciudad vibrante y acogedora donde la bicicleta es parte esencial del ritmo diario. Llegamos entre canales, estudiantes y torres góticas, completando una jornada intensa pero llena de paisajes diversos, cultura local y una infraestructura ciclista ejemplar.

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Utrecht. Ciudad colorida, dinámica, elegante y con mucha vida.

Etapa 3: Utrecht – Amsterdam.

El tercer día de nuestra ruta en bicicleta nos llevó desde la vibrante ciudad de Utrecht hasta la icónica Ámsterdam, a través de una ruta perfectamente señalizada y pensada para el cicloturismo, donde el paisaje llano, los canales tranquilos y los pueblos con encanto hicieron que el trayecto fuera tan agradable como memorable.

Salimos de Utrecht temprano, pedaleando hacia el norte por caminos dedicados exclusivamente a bicicletas, bordeando canales y cruzando puentes levadizos típicamente neerlandeses. La primera parada natural en el recorrido fue Breukelen, un pueblo pintoresco que dio nombre a Brooklyn, en Nueva York. Breukelen conserva su aire tranquilo y elegante, con antiguas casas junto al canal Vecht, cafés acogedores y jardines meticulosamente cuidados. Su pequeña plaza central invita a hacer una pausa para un café antes de seguir la ruta.

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Primeros kilómetros del día por impresionantes avenidas.

Poco después, llegamos a Nieuwersluis, un diminuto pero encantador enclave que combina historia militar con belleza natural. Aquí se encuentra una de las antiguas fortalezas de la Línea de Defensa de Ámsterdam (Stelling van Amsterdam), un sistema de fortificaciones declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. La vegetación, los cantos de los pájaros y la calma del canal hacen que el paso por Nieuwersluis se sienta como un momento de pausa en el tiempo.

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Edificios icónicos nos saludan al pasar.

Continuamos por la ribera del río Vecht, y pronto llegamos a Loenen aan de Vecht, uno de los pueblos más bonitos del recorrido. Su historia se remonta a la Edad Media, y hoy es famoso por sus casas señoriales del siglo XVII, construidas por ricos comerciantes de Ámsterdam que veraneaban allí. Sus puentes levadizos, su molino restaurado y su puerto fluvial lo convierten en un lugar de postal. Es ideal para hacer una parada, almorzar al borde del canal o simplemente disfrutar de la arquitectura histórica.

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Vías tranquilas, una constante a lo largo de toda la etapa de hoy.

Ya en la recta final del trayecto, pedaleamos a través de paisajes cada vez más abiertos, salpicados de granjas, pastos con vacas frisias y caminos bordeados de álamos. La ruta nos llevó por Kerklaan, una calle o zona rural que conecta pequeños núcleos residenciales y áreas agrícolas, representando el paisaje neerlandés en su forma más pura y silenciosa. El ambiente aquí es casi contemplativo, solo interrumpido por el suave zumbido de nuestras.

La llegada a Ámsterdam fue gradual, pasando de zonas verdes a barrios periféricos y finalmente al vibrante centro de la ciudad. Entramos por el sur, sintiendo cómo el entorno urbano cobraba vida, pero sin perder la seguridad ni la comodidad del carril bici, que nos acompañó hasta el corazón mismo de la capital.

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¡Cuidado donde aparcas la bici en Ámsterdam! Igual puedes perderla entre tanta bicicleta…

Fue una jornada inolvidable, no solo por la distancia recorrida, sino por el equilibrio perfecto entre naturaleza, historia y cultura local que ofrecen los pueblos a lo largo del río Vecht.

En Ámsterdam, aprovechamos un merecido día de descanso para sumergirnos en su vibrante vida cultural y explorar a fondo sus calles llenas de historia y carácter. La jornada comenzó con una visita al majestuoso Rijksmuseum, uno de los museos más importantes de Europa, ubicado junto a los cuidados jardines del Museumplein. Cruzamos su emblemático pasadizo en bicicleta —una experiencia muy de Ámsterdam— antes de dejarnos llevar por las salas repletas de obras maestras del Siglo de Oro neerlandés. Nos detuvimos frente a la imponente Ronda de noche de Rembrandt, admiramos la delicadeza de Vermeer en La lechera y descubrimos detalles fascinantes de la historia del país en sus pinturas, objetos decorativos y mapas antiguos.

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No hay palabras para describir este museo.

Después del Rijksmuseum, caminamos unos minutos hasta la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva) es una iglesia del siglo XV situada en la Plaza Dam junto al Palacio Real, donde se exhibe la muestra anual del World Press Photo, una exposición que impacta por la fuerza de sus imágenes y la intensidad de las historias que cuentan. Allí, la fotografía periodística se convierte en una ventana al mundo contemporáneo: conflictos, crisis climáticas, retratos humanos y momentos de esperanza conviven en una muestra profundamente conmovedora. Fue una experiencia que nos hizo reflexionar sobre la realidad global y el papel del periodismo visual en la sociedad.

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World Press foto te hace transitar por una constante reflexión sobre la humanidad, el clima y los conflictos bélicos.

El resto del día lo dedicamos a recorrer la ciudad sin rumbo fijo, dejándonos llevar por el trazado de los canales, los sonidos de las bicicletas y la vida cotidiana de sus barrios. Pasamos por Jordaan, con sus tiendas independientes, galerías y cafés escondidos, y por De Pijp, donde la diversidad cultural se respira en cada esquina. Nos detuvimos en mercados como el Albert Cuypmarkt, cruzamos puentes llenos de flores, y descansamos en plazas tranquilas donde los vecinos charlaban o leían bajo la sombra de los árboles.

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Ámsterdam en toda su magnitud.

Ámsterdam se nos reveló como una ciudad donde la historia, el arte y la vida moderna conviven de forma armónica. Fue un día sin prisas, pero lleno de descubrimientos, que nos permitió apreciar la riqueza de esta ciudad más allá de sus postales más conocidas. Una pausa perfecta antes de volver al ritmo del pedaleo.

Etapa 4: Amsterdam – Schiedam.

La cuarta etapa de nuestro viaje en bicicleta nos llevó desde la dinámica Ámsterdam hasta la tranquila ciudad de Schiedam, atravesando algunas de las localidades más emblemáticas del oeste neerlandés: Haarlem, Leiden y Delft. Fue una ruta larga pero fascinante, donde cada parada ofrecía una mezcla única de historia, arquitectura y paisajes.

Salimos temprano de Ámsterdam, pedaleando hacia el oeste por rutas bien señalizadas, dejando atrás el bullicio de la ciudad para adentrarnos en una zona más residencial y verde. Al poco tiempo alcanzamos Haarlem, una joya arquitectónica con calles empedradas, canales tranquilos y un aire de ciudad pequeña con mucha vida cultural. En el centro, la Grote Markt nos recibió con su iglesia monumental (la Grote Kerk o Sint-Bavokerk), rodeada de terrazas y edificios históricos. Aunque no nos detuvimos mucho, el encanto de Haarlem nos dejó con ganas de volver.

La ruta siguió hacia el sur por caminos rodeados de pólderes y dunas interiores, pedaleando entre áreas agrícolas y pequeñas aldeas hasta llegar a Leiden, ciudad universitaria por excelencia y cuna de Rembrandt. Allí el ambiente era animado, lleno de estudiantes, bicicletas y canales adornados con flores. Nos detuvimos brevemente a almorzar cerca del Rapenburg, uno de los canales más elegantes de la ciudad, y aprovechamos para admirar su arquitectura clásica, los patios de las casas universitarias y el ambiente relajado que la caracteriza.

Delf, parada obligada.

Desde Leiden continuamos hacia el sur rumbo a Delft, quizá uno de los destinos más fotogénicos del día. La ciudad, famosa por su cerámica azul y blanca y por ser el lugar donde vivió Vermeer, combina a la perfección historia, arte y calma. Recorrimos su centro histórico con sus canales simétricos, el Nieuwe Kerk y el Oude Kerk, y las plazas donde la vida fluye sin prisa. Fue una de las paradas más encantadoras de toda la ruta, ideal para estirar las piernas y tomar algo junto al agua.

Recorriendo los últimos kilómetros de la jornada a través de frondosos parques con la lluvia como actor principal.

La última parte del trayecto nos llevó a través de un paisaje más industrial y urbano, acercándonos poco a poco a Schiedam, un lugar más modesto pero con un legado fascinante. Schiedam es conocida por tener algunos de los molinos de viento más altos del mundo y por su historia como centro de producción de genever, el precursor del gin. Al llegar, nos recibió una ciudad tranquila, atravesada por canales anchos y antiguos almacenes, con un ambiente más local y menos turístico, perfecto para descansar tras una jornada intensa.

Esta etapa fue una de las más completas del viaje: un verdadero recorrido por la historia, la cultura y los paisajes más representativos de los Países Bajos. Cada ciudad que cruzamos tenía su propio carácter, y el camino entre ellas, siempre seguro y accesible, fue un placer en sí mismo.

La historia de los molinos de Holanda:

Holanda (Países Bajos) es mundialmente conocida por sus molinos de viento, y no es solo por su belleza pintoresca. Estos ingenios fueron una solución vital para un problema central en la historia del país: el agua. Gran parte del territorio neerlandés está por debajo del nivel del mar, y durante siglos, sus habitantes han luchado para mantener a raya las inundaciones y ganar tierras al agua.

Origen y evolución:

Los primeros molinos aparecieron en los Países Bajos alrededor del siglo XIII, inspirados en tecnologías traídas de otras regiones de Europa y del mundo islámico. Al principio, se usaban principalmente para moler grano, pero pronto se adaptaron para tareas mucho más ambiciosas: bombear agua desde tierras bajas a canales más altos, para drenar zonas pantanosas y convertirlas en terreno cultivable, conocidos como pólderes.
En los siglos XVI y XVII, durante la Edad de Oro neerlandesa, se perfeccionó la tecnología de los molinos. Se construyeron miles a lo largo del país, muchos de ellos diseñados específicamente para manejar el nivel del agua. Se estima que en su apogeo hubo más de 10.000 molinos de viento operativos.

Ingeniería al servicio del agua:

Uno de los sistemas más famosos es el de Kinderdijk, cerca de Rotterdam, donde 19 molinos construidos en el siglo XVIII trabajan en conjunto como parte de un sistema de control de agua. Hoy es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Los molinos trabajaban junto con canales, compuertas y estaciones de bombeo para mantener seco el país. Algunos funcionaban en cadena, elevando el agua de un nivel a otro hasta alcanzar un río o el mar.

Declive y conservación:

Con la llegada de la Revolución Industrial y las bombas a vapor en el siglo XIX, los molinos de viento comenzaron a ser reemplazados. Más tarde, con las bombas eléctricas, muchos quedaron fuera de uso. Sin embargo, su valor histórico y cultural hizo que muchos fueran restaurados y preservados.
Hoy en día, los molinos son símbolos nacionales. Algunos aún funcionan, especialmente durante festivales o fines de semana, y muchos se pueden visitar como museos vivos.

Curiosidades:

La palabra «molino» en neerlandés es molen.
En algunos pueblos, la posición de las aspas del molino indicaba si había buenas o malas noticias.
Los molinos de viento pueden girar sus techos para orientarse hacia el viento, algo que no todos los molinos del mundo pueden hacer.
En resumen, los molinos de Holanda son mucho más que postales bonitas: representan siglos de ingenio, adaptación y convivencia con un paisaje dominado por el agua. Son testimonio de cómo una nación ha logrado, literalmente, construirse sobre el mar.

Etapa 5: Schiedam – Amberes.

La etapa 5 de nuestra ruta en bicicleta fue una de las más variadas y sorprendentes del viaje: desde Schiedam hasta Amberes, atravesando paisajes industriales, rurales y naturales, cruzando fronteras y canales, y descubriendo pueblos con identidad propia. Fue una travesía larga, pero emocionante, que nos llevó desde el corazón del delta neerlandés hasta el bullicio cosmopolita de la ciudad belga.

Salimos temprano de Schiedam, conocida por sus antiguos molinos y su tradición destiladora de jenever, pedaleando hacia el puerto de Pernis, un pequeño pueblo rodeado por uno de los mayores complejos petroquímicos de Europa: el Puerto de Róterdam. Fue un contraste potente: el silencio de los carriles bici frente al bullicio de los cargueros y los contenedores, todo bajo la sombra de enormes grúas. A pesar del entorno industrial, la infraestructura ciclista sigue siendo impecable.

Arribando a la bonita localidad de Nieuw Beijerland.

Desde allí, cruzamos parte del delta de Holanda, una intrincada red de ríos, diques y canales que gestionan las aguas de esta región tan baja. En esta etapa usamos un transbordador fluvial, una experiencia típica en los Países Bajos: subir con las bicicletas y cruzar tranquilamente el canal.

Continuamos hacia el encantador pueblo de Spijkenisse, con su arquitectura moderna y su centro peatonal a orillas del canal Oude Maas. Desde allí seguimos rumbo sur, pasando por extensos paisajes agrícolas y pueblos como Zuid-Beijerland, donde se siente el ritmo pausado del campo neerlandés, con granjas bien cuidadas, caminos bordeados de sauces y canales que reflejan el cielo.

Un punto destacado del día fue el paso por las compuertas de Volkeraksluizen, una impresionante obra de ingeniería hidráulica que regula el paso de barcos entre ríos y mares. Cruzar sobre esta estructura fue sentir de cerca la relación que tienen los Países Bajos con el agua: control, adaptación y diseño.

Tras adentrarnos en la provincia de Brabante, pedaleamos por pueblos como Fijnaart y Roosendaal, con un aire más rural y relajado. Las iglesias, los campos de cultivo y las terrazas animadas de sus centros nos ofrecieron descansos ideales en nuestra ruta. Más adelante, Essen y Heide nos dieron la bienvenida a Bélgica, con un cambio casi imperceptible en el paisaje pero notable en la señalización y la arquitectura.

Bélgica nos da la bienvenida. Una vez más.

Finalmente, entramos a Amberes, una ciudad vibrante y multicultural. Después de tantos kilómetros entre diques y campos, llegar a sus avenidas adoquinadas, sus tranvías y su espectacular estación central fue como entrar a otro mundo. El puerto, la catedral y la energía urbana nos recordaron que, aunque seguimos en bicicleta, ya estábamos en el corazón de Flandes.

Kilómetros finales de esta particular Vuelta a Bélgica y Países Bajos.

Una etapa larga, sí, pero llena de contrastes: del acero de Róterdam a los bosques belgas, del agua constante del delta a los adoquines de Amberes. Un día que nos dejó cansados, maravillados y con ganas de seguir rodando por estos dos países.

Tras estos días pedaleando por rutas tranquilas, serenas y sintiendo mucha envidia por toda la cultura ciclista y urbana de estos dos países, nos tocaba hacer turismo a pie y disfrutar de un merecido descanso… aunque eso ya, es arena de otro costal.

Callejeando por Amberes.

Un viaje con sabor y descanso por los Países Bajos.

En Utrecht, nos sumergimos en el ambiente vibrante del centro alojándonos en el Hostel Strowis, un sitio con encanto juvenil y espíritu comunitario. La joya gastronómica fue Sanju Ramen en la calle Voorstraat, donde disfrutamos de un ramen reconfortante y sabroso que nos transportó directamente a Japón desde el corazón de los Países Bajos.

Breda nos recibió con tranquilidad: nos alojamos en un apartamento acogedor frente al río y el parque central, un lugar ideal para pasear al atardecer. Aprovechamos la cercanía de los supermercados Albert Heijn para improvisar una cena casera, con productos locales que nos conectaron con la vida cotidiana holandesa.

Ámsterdam fue una combinación perfecta entre comodidad y tradición. Nos alojamos en el Fogo Hotel Amsterdam, estratégicamente ubicado frente a la parada de tranvía Mathenesserlaan, lo que facilitó todos nuestros desplazamientos. Aquí, nos rendimos al clásico holandés: las famosas fritas con salsa de queso, helados cremosos callejeros y una cena inolvidable en De Hollandse Pot, un restaurante que celebra los sabores más auténticos del país.

Finalmente, en Schiedam, el descanso llegó en el moderno Novotel Schiedam-Rotterdam, ideal para relajarse tras un día de exploración. La velada terminó en el encantador casco antiguo con una deliciosa cena italiana en Bella Rosa, donde la pasta y el ambiente familiar pusieron el broche de oro a nuestro viaje.

Ruta descargable en Wikiloc:

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