Cada viaje requiere de una planificación diferente en función del tiempo que va a durar. Por lógica, a más días más planificación. Kilómetros repartidos en función de los días que disponemos. Cantidad de ropa, meteorología, hoteles, que visitar durante la ruta, que visitar en los lugares de cada etapa. Todo milimétricamente controlado para que nada falle. ¿Y sabéis que es lo mejor? ¡Que nunca se cumple!
Todo se resume al tiempo.
Después de varios viajes saltándonos el guión decidimos salir a la aventura. Dejarnos llevar. Empaparnos de la esencia del viaje. Parar cuando un paisaje nos eriza la piel, respirar, escuchar, observar y mirar la belleza de lo que nos rodea y vivir la magia del momento. Y sí, antes de irnos tomar una fotografía.
¡Lo urgente es vivir!
Nos han hecho creer… Podríamos darle múltiples sentidos a esta frase. Podríamos aferrarnos a tópicos como que la vida es muy corta, que tiene fecha de caducidad.¡Que hay que vivirla al máximo! Pero, ¿de qué te sirve vivirla a máxima velocidad pasado por encima casi sin rozarla?
¿Sin recordar que has cenado? ¿Cómo se llama la película que viste ayer? ¿Y los 3 pueblos que visitaste ayer? El último si, ¿pero los dos primeros? Siendo un mero espectador y no el protagonista.
Sobrevivimos a los días transportados por la inercia de una fuerza centrífuga sin saborear nada de lo que hacemos.
Todo gira a demasiada velocidad, todo es inmediato, para ayer y para ya. Se nos ha olvidado saborear el momento, disfrutar del camino, los detalles de las pequeñas cosas. Se nos olvidó el valor de una sonrisa, de una caricia, incluso del regalo más grande que te hace aquella persona que quieres: el tiempo. Una tarde de café, de cine o vinos. Una noche de sofá y manta después de una cena que te llevó días planificar, disfrutar de una charla intensa o de una buena película.
Un beso apasionado, inesperado, largo… y terminar haciendo el amor durante horas.
Son todas esas pequeñas cosas las que dan sentido a la vida. Que estar vivo no es vivir viendo pasar los días, es la actitud frente a la vida. Llenar los días de vida. Experiencias. Recuerdos. Momentos compartidos.
Y así con el viaje, aprendes a relativizar el tiempo, como decía Kerouac: “Todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida”. Para el reloj y que el único ritmo que marque tu día sea el golpe del pedal. La bicicleta, la casa a cuestas, un compañero de aventuras y tú. ¡Disfruta del camino!