Bodegas Enate.

 

 

Visitar las Bodegas Enate es sumergirse en una experiencia única donde arte, naturaleza y enología se fusionan. ¿Te animas a recorrer sus viñedos y degustar sus vinos de autor?

El invierno transforma el Somontano en una sinfonía de silencios. Las viñas, tras su vendimia otoñal, duermen bajo una neblina tenue que envuelve el paisaje con una melancolía poética. Es en esta estación donde la tierra, el arte y el vino se funden de una forma más íntima. Así comienza nuestra escapada de invierno a Bodegas ENATE, en la provincia de Huesca, una joya enológica y artística de la Denominación de Origen Somontano.

La aventura comienza en Barbastro, pequeña ciudad a orillas del Vero, que en invierno se vuelve tranquila y acogedora. La arquitectura de piedra, sus iglesias románicas y el ambiente pausado invitan al viajero a respirar profundo y dejar atrás el ruido.

Nos hospedamos en una casa rural, en Adahuesca, rodeada de almendros y campos yermos debido al frío invernal, esta vez no nos llevamos las bicicletas tal y como hicimos en nuestra última estancia en el Somontano.

Bodegas Enate
Bodegas Enate. Un lugar fascinante por sus vinos y por el arte que se respira a cada paso.

Una visita sensorial.

ENATE no es una bodega cualquiera. Desde que se cruza su entrada, flanqueada por esculturas contemporáneas, se percibe que aquí el vino no solo se produce, se interpreta. El edificio, obra del arquitecto Jesús Manzanares, combina líneas modernas con materiales nobles. Su diseño busca aprovechar la luz natural que, incluso en invierno, se filtra desde el cielo pirenaico para bañar la piedra, el acero y el arte que visten cada rincón.

Bodegas Enate
Uno de los muchos tesoros de esta bodega.

La sala de arte.

Antes de adentrarnos en el proceso enológico, visitamos la galería de arte. Bodegas ENATE ha hecho del maridaje entre vino y arte su seña de identidad. Cada etiqueta de sus botellas es una obra de artistas como Chillida, Tàpies, Broto o Saura, quienes también han donado originales para la colección privada de la bodega.

Bodegas Enate
Acceso a la galeria de arte.

La sala de barricas.

Bajamos a la sala de barricas, donde el roble francés y americano duerme junto al vino en crianza. El aire es denso, con aromas a madera, vainilla y recuerdos de fruta. Aquí el tiempo parece detenerse. Nuestro guía explicó los procesos de fermentación, la crianza en barrica y las decisiones que el enólogo toma respetando siempre lo que la uva quiere expresar.

La sala de barricas, desde arriba.

Fue fascinante descubrir que, en ENATE, el papel del enólogo no es imponer, sino acompañar al vino en su evolución.

Cata invernal: entre vinos y recuerdos.

La cata en Bodegas Enate fue íntima ya que estamos cinco personas, junto a una ventana desde donde se veía la viña desnuda y la sierra de Guara recortada contra el cielo gris. Probamos cuatro vinos:

ENATE Chardonnay 234: Frutal, fresco, con notas de manzana verde y toques cítricos. Ideal para abrir el apetito.

ENATE Rosado Cabernet Sauvignon: Un rosado con cuerpo, que sorprende en invierno por su versatilidad. Frambuesas, grosellas, un toque especiado.

ENATE Crianza: Un ensamblaje de tempranillo y cabernet con crianza justa. Redondo, elegante, perfecto para un estofado de invierno.

ENATE Merlot-Merlot: Complejo, intenso, con una estructura que exige lentitud. Ideal para una sobremesa junto al fuego.

La cata fue acompañada por quesos de Radiquero, embutidos artesanos y pan de masa madre. Cada sorbo y bocado nos acercaba más al alma del Somontano.

Paseos y escapadas por la comarca

Alquézar, el pueblo suspendido en el tiempo.

A pocos kilómetros de la bodega, visitamos Alquézar, pueblo medieval de piedra que parece colgado del acantilado sobre el río Vero. En invierno, el turismo se retira y el silencio de las callejuelas empedradas se convierte en compañero de viaje. Visitamos la colegiata, caminamos por el cañón del Vero y descubrimos antiguos lagares rupestres tallados en la roca.

Sierra de Guara: naturaleza invernal.

Aunque es famosa por sus barrancos en verano, la Sierra de Guara en invierno tiene otro encanto. Hicimos una pequeña ruta por los alrededores de Lecina, donde el árbol milenario —una encina con más de 1000 años— nos recibió en silencio. El bosque estaba cubierto de escarcha, y el sonido de nuestras pisadas era el único rumor entre los árboles.

Reflexión: el arte de vivir lentamente.

En un mundo donde todo parece moverse demasiado rápido, Bodegas ENATE y el Somontano nos ofrecieron una pausa. El invierno, con su ritmo lento y sus días cortos, nos permitió conectar de otra forma con el vino, con el arte y con nosotros mismos. ENATE no es solo una bodega: es un manifiesto de cómo la belleza, la cultura y el paisaje pueden fundirse en una experiencia inolvidable.

 

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